jueves, 21 de junio de 2007

Cuestiones barrocas, 1


A cuenta de Lastanosa he revisado algunas de mis lecturas relacionadas con los jardines y la filosofía barroca. Confesaré que estoy en un periodo un tanto confuso respecto a determinados enfoques y seguramente eso se debe, más que a las ideas en sí, a mi propia situación personal. Pero esto no debe importar aquí salvo para explicar (que no justificar) algunas imprecisiones que quizá no sepa salvar.

El texto de Michel Baridon "The scientific imagination and the Baroque garden" (Studies in the history of gardens, 1998, vol 18, 1, pp. 5-19) es ilustrativo de, al menos, dos asuntos que me vienen preocupando hace tiempo y de los que he dejado suficiente constancia en esta bitácora. El primero es la necesidad de demarcar el campo de estudio y los conceptos que manejamos. El segundo, la necesidad, cada vez más evidente para mí, de relacionar la filosofía y la historia de las ideas con la propia historia del jardín. Baridon no es mal compañero de viaje porque es experto en textos relacionados con los jardines, aunque a veces sus interpretaciones pecan de chauvinistas (según mi modesto entender) y ofrece, quizá, una visión demasiado convencional, si es que puede decirse esto de un terreno en el que todos los elementos son poco convencionales.

Me ceñiré ahora, porque habrá que volver en otros momentos sobre ello, a la cuestión definitoria que propone Baridon. Él la plantea como hipótesis de trabajo pero su idea de "jardín barroco" no deja de estar bien fundamentada y ser sugerente [p. 5]: un tipo de jardín que tiene su origen en el Renacimiento y es de nacimiento italo-francés, que se desarrolla a principios del siglo XVII y cuya permanencia se garantizó mediante una transformación (añado yo: de complejidad formal y recargamiento ornamental) conocida como rococó, hasta alcanzar las últimas décadas del siglo XVIII.

Para quien haya leído mis disquisiciones en torno a Lastanosa, ese origen recalcado por Baridon no puede sorprenderle. Y creo que es justo reconocerlo: Baridon señala con toda razón que no podemos entender el jardín barroco sin comprender su origen renacentista (mediado por el manierismo, añadiría yo). Las fechas y los periodos que maneja Baridon son también ajustados. Aunque quiero señalar una cuestión que cada vez me encuentro con más frecuencia: llamamos barroco a un periodo muy desigual para distintas bellas artes (léase, la música) y quizá convendría adjudicar a los jardines el lugar (o tiempo) que les corresponda. Su estrecha relación con la arquitectura y la pintura parece que les llevan, muy claramente, a situarse con estas bellas artes en el mismo periodo, es decir, el que se acepta que empieza con el siglo XVII.

No me parece ya igual de bien traída la lista de ejemplos que Baridon propone como modelos posibles del jardín barroco: Villa Aldobrandini, Villa Garzoni, Maisons, Vaux-le-Vicomte, Versalles, Het Loo y el fountain garden de Hampton Court. La distribución geográfica marca un poco la voluntad baridoniana de quedar bien. El precedente manierista italiano está bien ilustrado por Villa Aldobrandini, pero Villa Garzoni es netamente barroco (iniciado en 1652) y casi diría yo que rococó (una de las dificultades, como en el caso de Garzoni, que nos encontramos continuamente, es que no hay por lo general una periodización de las zonas del jardín que estudiamos; en el caso de Villa Garzoni, como es un jardín existente, los libros enseñan fotos de lo que hay que, lógicamente, no podemos saber si es original o no: para hacer estas distinciones deberíamos ir a los planos de la época que tratamos y ver qué había, pero eso, en muchos casos, es imposible). Het Loo es de finales del siglo XVII (el parterre lo hizo seguramente Daniel Marot entre los años 1686 y 1695) y aunque su concepción sea híbrida, la geometría general es muy plana y carente de vistas y, por ello, dudoso que sea un buen ejemplo de lo que, más adelante respecto a perspectivas y óptica, explica Baridon. Hampton Court y su "jardín de las fuentes" (también conocido como privy garden, dando a la fachada barroca que reformó Christopher Wren) ha sido rescatado recientemente (se muestra en la fotografía de arriba) y lo hizo el propio Marot a caballo entre los dos siglos. De modo que Baridon propone a la par modelos tardomanieristas, post-barrocos y netamente barrocos, en tres naciones diferentes, para mayor confusión. (El ejemplo de Maisons es de esos que yo llamaría "ejemplo personal" y por los cuales "mataríamos" los estudiosos de un tema: consiste nada más en ser el primero en proponer un ejemplo. A mí me parece que Maisons, Rueil y Fremont, (entre otros) proceden de modelos anteriores y resultan poco significativos en cuanto a modelos, ellos mismos, de obras posteriores).

He aquí lo que señalaba al inicio. Nos hace falta una gavilla de definiciones y una delimitación de tiempos: de lo contrario, nos exponemos a mezclar churras con merinas. Creo que aquí sería pertinente:
1) establecer el periodo del que hablamos, con sus rasgos y (probablemente) con subperiodos
2) sobre la base de 1) detallar suficientemente una cronología de tal modo que podamos situar convenientemente cada jardín
3) intentar dirimir qué rasgos son los que corresponden a cada subperiodo o fase con el fin de atribuirlos a (hacerlos corresponder con) los jardines concretos
y 4) señalar entonces cuáles son anteriores, no sólo en la cronología, sino también en las ideas, y por tanto, cuáles pueden considerarse pautas o modelos y cuáles imitaciones.

Atención: denominar modelo o imitación a un jardín no supone, en las disquisiciones que manejo, encumbrarlo o desmerecerlo. Es posible que, en una sociedad como la nuestra, que valora la originalidad y los primeros pasos, el modelo "valga" más. Pero desde un punto de vista del estudio ambos son igualmente valiosos y los seguidores o imitadores de algo tienen una virtud aparte de lo que hacen: sirven para comprender mejor el modelo al que imitan.

Baridon concluye esta primera parte de su artículo (muy importante éste, diría yo) diciendo (la traducción es mía): El conocimiento depende del tipo y no se puede estudiar nada a menos que tenga nombre... [ ] ... [el estilo barroco es aquel] que se desarrolló en la Europa del siglo XVII y que se caracteriza por unageometrización atrevida de la organziación espacial y por los efectos ópticos que pudieran crear cortes estructurales [p. 5]

No está mal salvo que parece difícil evitar estas peticiones de principio (no se olvide el título de su artículo): lo que Baridon quiere hacer ver es la influencia científica en el trazado barroco del jardín, ergo habrá que demostrar que los jardines están trazados basándose en aquélla, y no diciendo (sin demostración alguna) que la ciencia ha proporcionado algunas de las características de los jardines, como por ejemplo las perspectivas y los juegos ópticos: Baridon avanza que los jardines presentan geometrizaciones y efectos ópticos y de esa manera abre la puerta al conocimiento científico. Pero eso mismo, con sus planteles geométricos y sus trompe l'oeil ya hicieron los romanos. ¿Eran barrocos? Naturalmente que no. Lo que hay que hacer es rescatar algunos aspectos de la ciencia del barroco y ver si se aplican a los jardines: se podrá decir entonces, y no antes, quod erat demonstrandum. Volveremos sobre Baridon y su interesantísimo artículo.



jueves, 14 de junio de 2007

Lastanosa y sus jardines, 1

Voy a introducir en próximas entradas (ahora que parece que el tiempo se esponja un poco al acabarse las clases) algunas de las ideas acerca de Lastanosa que se barajaron (y que yo mismo expuse) en la Conferencia Internacional de Huesca, a caballo entre finales de mayo y principios de junio.

Procuraré resumir porque las ramificaciones posibles son tantas que apenas quedaría tiempo para dedicarse a otra cosa.

De la Conferencia saqué tres conclusiones que me parecen claves a la hora de ahondar en la historia del prócer aragonés. La primera, que existen bastantes datos y documentos pero que no están todos, ni mucho menos, bien estudiados. Una buena parte del debate de los expertos recayó sobre la veracidad o no de los documentos que cada cual empleaba (debo decir que se distinguían dos, y en ocasiones hasta tres, bandos o facciones, al parecer irreconciliables. No señalaré a ninguna y, mucho menos, pondré nombres, pero es enormemente llamativo que asuntos que debieran decidirse científicamente (aportando pruebas y aplicando la lógica) dependían muchas veces de la orientación investigadora de cada cual, rara vez coincidente con la de otros. No dejó de asombrarme el arriscamiento de algunas intervenciones y la actitud de algunas personas que, como mínimo, habrían de saber que la razón no se tiene: se ejerce con razones.

La segunda conclusión depende, en parte, de esta primera. De lo que hay, no sabemos en firme todo lo que habría de saberse para juzgar adecuadamente. El proceso historiográfico (y me remito ya a los jardines, en concreto) depende de muchos factores, incluyendo el punto de vista del historiador. Pero no es ajeno a los datos de que se dispone ni, mucho menos, a la interpretación que se les da, sobre todo si se pretende "hacerles hablar" de forma coordinada, orientándolos a formarnos un cierto juicio que apoye determinadas conclusiones. En este sentido, falta (lo digo siempre y sé que me repito) una "lectura" jardinera de los datos sobre los jardines. Pongo un ejemplo. El programa iconográfico del jardín de Lastanosa es muy sugestivo y ha de estudiarse a fondo. Puede que las estatuas sean, en cierto modo, independientes de la piedra que las forma y del cantero que las talla. Pero no ocurre tal cosa con las plantas del jardín, lo que equivale a decir que tampoco ocurre con el jardín mismo. Las plantas dependen del agua de manera absoluta. Ergo descubrir cómo se regaba en el siglo XVII no es nada accesorio: por el contrario, es esencial para descubrir cómo eran los jardines. Así, el hecho (que se produjo) de que una persona de Huesca dijera que en su infancia había jugado en el parque Miguel Servet (que ocupa en parte los terrenos de los antiguos jardines de Lastanosa, de los que no se sabe con exactitud cuándo desaparecieron aunque parece que pudo ser el siglo XVIII) y que recuerda la presencia de un pozo, queriendo liquidar así, de un plumazo, el método de riego de los jardines de Lastanosa, es poco menos que risible. Y nada científico. Porque un pozo puede tener o no caudal para regar una parcela de unas 3,5 hectáreas (la superficie de huertas y jardines lastanosinos que he calculado basándome en los datos disponibles) pero un pozo no puede regar nada a menos que se saque agua de él. Perogrullo ¿verdad? Pues olvidado por esa persona (y algunas otras) porque no se ha descubierto ni consta en parte alguna que hubiera norias o similares para extraer agua en cantidad para regar una superficie así. La solución apunta a conocer las acequias y canales que existían en Huesca en aquella época y de los cuales hay noticias de finales del XIX: cosa, evidentemente, muy lejana aún y que exige investigaciones de mayor enjundia para retroceder lo más posible, si se puede hasta el mismo siglo XVII.

La tercera conclusión es que, y sigo hablando de jardines, hay un enorme abismo de cosas por estudiar. Enumero sólo algunas de las cuestiones que me han salido al paso en mi preparación de la ponencia que presenté a la Conferencia. Laberintos, relojes de sol, métodos de riego, tenencia de la tierra y repartos de aguas comunes en turnos, mano de obra, organización de trabajos en obras de agricultura y jardinería, excavaciones y movimientos de tierras, plantas cultivadas en jardines (además de las traídas de América y de otras partes), relación de las plantas con los tratados agronómicos y las modas de la época, maquinaria y herramientas (hidráulica y agraria) de aplicación a jardinería, etcétera, etcétera, etcétera. Es ingente la cantidad de asuntos que resultan oscuros o incluso negros cuando se fija la mirada en ellos. Muchos son inevitablemente confusos: eso es consecuencia inevitable de la lejanía con la que los miramos. Pero en jardinería, además, muchos son de un negro azabache porque no se han estudiado nunca, al menos entre nosotros. Hará falta una plétora de investigadores y muchos años por delante para que la jardinería llegue a colocarse más o menos al mismo nivel que otras disciplinas artísticas. O más bien toda una vida.