jueves, 26 de abril de 2007

La colonización de la naturaleza

El libro de Beth Fowkes Tobin Colonizing Nature. The Tropics in British Arts and Letters 1760-1820 (2005) es provocador y rompe moldes en más de un sentido. Aun siendo discutibles alguno de sus enfoques (la autora adopta una terminología de corte marxista que casa mal con una interpretación historiográficamente oportuna hoy de los hechos y las ideas) sus opiniones son muy reveladoras y arrojan una luz cruda y nada complaciente sobre las relaciones de la metrópoli con las colonias basándose en la horticultura tropical, en la tenencia y disfrute de jardines y en el uso explotador (no sostenible, dirían otros lenguajes) de la flora de los trópicos. Esta tarea crítica está todavía muy lejos de ser aplicada al caso español y requerirá tiempo e investigaciones muy pormenorizadas acerca de esas mismas relaciones.

Hay varios aspectos reseñables y que abren perspectivas nuevas sobre los cultivos de los trópicos y su explotación por los colonizadores. La autora señala, por ejemplo, que en las descripciones, relatos de viajes, cartas y demás documentos de la época, no se incluía el hecho de que los nativos cultivaban plantas antes de la llegada de los blancos, como tampoco se reseñaban la cantidad de mano de obra y los conocimientos técnicos que requerían y el desequilibrio que producía en el medio natural esperar de los nativos, a cambio de prácticamente nada, alimentos cultivados. La idea de una "Arcadia" o un "paraíso" felices subyace a esa literatura equívoca que olvida ver el esfuerzo que supone obtener lo que el hombre blanco, en su satisfacción acrítica de conquistador, colonizador y explotador de otros mundos, da por mágicamente producido y acepta con la naturalidad de quien espera un regalo merecido. Una parte de la sobreexplotación actual de los países tercermundistas y de la liquidación de la naturaleza en las grandes reservas naturales tiene se base en este "dar por hecho" que los seres inferiores (no otra cosa eran los negros, los mestizos y los indios para la mayor parte de los colonizadores blancos) y la naturaleza están a nuestro servicio sin otras contrapartidas o exigencias.

La autora maneja algunos términos, como "botín", que expresan bien su toma de postura ideológica y la rebatiña que se produjo en los Nuevos Mundos a la llegada del europeo. Compara así mismo la poesía pastoril o bucólica con el género geórgico (de moda desde Virgilio y en el que, junto con los consejos de cultivo se da una idealización de la agricultura que sistemáticamente olvida el esfuerzo necesario para practicarla con éxito). La autora se muestra muy crítica con este olvido y apunta, certeramente, a que esta ausencia manifiesta una ideología propia del imperialismo y la colonización, al tiempo que ofrece una imagen empobrecida, de tierra vacía, de los trópicos a los que llegaron los civilizados europeos.

Otros aspectos no son tan contundentes, debido a que la autora ofrece una mezcolanza de facetas que habrían requerido una estudio aparte. Me refiero, por ejemplo, a la traída de plantas tropicales para ser cultivadas como plantas de interior en Europa o a la llamada "garden conversation piece" en la que hace un intento de sociología a través de las escenas pictóricas de paisaje o jardín, trasladadas a los trópicos; ambas cuestiones parecen exigir más desarrollo. Por cierto que esta pintura de "escena campestre" o de "escena jardinera" no ha recibido, seguramente por no tener la misma importancia, estudios de relevancia que yo conozca en España y en su etapa colonizadora. Habría además que estudiar comparativamente ambos casos y establecer pautas que permitieran sistematizar estos cuadros como elementos historiográficos.

Por último, hay dos conceptos que la autora maneja y analiza con cierta profundidad pero que exigen, a mi entender, una profundización ulterior en relación con la ciencia de la época y con los conceptos de filosofía de la ciencia que hoy nos son conocidos. Me refiero a los conceptos de "catalogación" y "colección". Sin entrar a analizarlos en detalle, baste decir, y así lo ve muy acertadamente la autora, que la botánica y los jardines botánicos ofrecen un campo de estudio muy amplio. Añadiré que la taxonomía linneana, a la que se refiere ella con cierta amplitud, es un paradigma de una época y justamente el conocimiento del mundo, basándose en la lógica aristotélica, en la descriptiva baconiana y en el racionalismo kantiano, subyace a una manera de verlo que lleva, según la autora (pero ¿es así, verdaderamente?) a su colonización y explotación sin límites.

He aquí, por añadidura, un tema más de estudio. Las relaciones entre jardinería y botánica, entre "arte jardinero" y "ciencia hortobotánica" han pasado por momentos tensos pero también ofrecen sinergias de gran interés. Entre nosotros, al menos, estos temas están por estudiar. Como casi todo. Para que no se me tache de pesimista infundadamente ahí van tres ejemplos elementales en este mismo ámbito del libro que comento: 1) ¿Cuándo y cómo, por quién, y qué generos, especies o variadedes se trajeron de América y dónde se plantaron? 2) ¿Cuál es el origen de las modas de ciertas plantas que vemos reiteradamente en jardines de una época, como los Trachycarpus, las Sequoiadendron o los Cedrus libani? ¿Se cultivaron en viveros, pasaban de unos jardines a otros...? 3) ¿Cuál es la influencia, si la hubo, a la directa y a la inversa, entre España y sus colonias, en el ámbito jardinero: plantas, modos de cultivo, jardineros?

Son temas importantes entre tantos otros que están todavía por estudiar y, parafraseando a Bécquer, "esperan la mano de nieve" que sepa pulsar esas cuerdas que produzcan resultados y novedades que sirvan para comprender mejor el jardín.

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